Hablar
en público no es ni tan “traumático” ni tan “complicado” si nos hemos preparado
bien. Como en cualquier otra habilidad, el discurso tiene reglas muy definidas
que podemos estudiar y practicar cien veces hasta hacerlo bien.
1. ¿Quién
es nuestra audiencia?
Lo
primero que tenemos que tener en cuenta antes de preparar nuestro discurso es
el perfil del público al que
nos vamos a dirigir. ¿Quién forma nuestra audiencia? ¿Qué es lo que les
interesa? ¿Cuál será su (más que probable) actitud? ¿Por qué deberían escuchar
lo que tenemos que decir?
Por
otro lado, también tenemos que tener en cuenta algunos detalles más prácticos. ¿En qué orden vamos a intervenir?
Si participamos por ejemplo en un ciclo de conferencias, en un seminario, en un
curso, etc. tenemos que tener en cuenta qué
es lo que ya les han contado, y quién se lo ha contado. Si en cambio
somos nosotros los primeros, es de buena educación no “pisar el terreno” a los
que van a intervenir después.
Si
la organización recae sobre nuestras espaldas también deberemos considerar
otros elementos, por ejemplo la necesidad de traducción simultánea, la
elaboración de un dossier informativo, etc.
2.
Hablar con la organización
Cuando
se nos invita a participar en un curso o en un ciclo de conferencias o simplemente a dar una charla en una empresa,
suele haber un motivo muy concreto. Aunque pueda parecer una pregunta muy
obvia, nunca sobra el preguntar al organizador qué es lo que espera de nuestra
intervención, cuáles son los puntos en los que deberíamos profundizar más, etc.
No se trata de acudir a una sala y “soltar nuestro rollo”, sino sobre todo de
comunicar, de establecer una relación con nuestro público.
3.
¿Dónde vamos a dar la conferencia?
Un
buen orador es aquél que domina
perfectamente el espacio en el que se encuentra. Por ese motivo,
antes de acudir al acto resulta muy importante conocer de cerca cómo es la sala
en la que vamos a intervenir, además de otros aspectos relacionados con la
“logística”. Entre otros comprobaremos lo siguiente:
-
La disposición del público.
-
La posición que ocuparemos en la sala.
-
Elementos técnicos a nuestro alcance (micrófono, proyector, vídeo, etc.)
4.
Puntos clave
¿Cuál
es el objetivo de nuestra intervención?
Esta es la pregunta a la que debemos dar respuesta antes de comenzar a escribir
nuestro discurso, que precisamente debe girar en torno al mismo.
Aunque
tengamos muchas cosas interesantes que decir, en general conseguiremos un mejor
resultado si centramos nuestros esfuerzos en trasladar a nuestra audiencia uno o dos mensajes claves que si
saltamos de un punto a otro sin una estructura lógica.
5.
Prepara la improvisación
Uno
de los elementos que más agradece cualquier público durante una presentación,
por muy ardua o importante que ésta sea son esos pequeños momentos que parecen totalmente improvisados pero que en
realidad han sido meticulosamente preparados.
No
se trata de esperar que el público piense que estamos improvisando, sino de
crear ciertos momentos de distensión, incluso de risa que consiguen que nuestra
intervención fluya de una forma mucho más suave.
Así,
una buena idea mientras preparamos nuestra intervención consiste en recopilar
todo aquello que se nos va ocurriendo sobre la marcha: anécdotas, pequeños
chistes, ideas relacionadas… todo ese material es útil para enriquecer nuestro
discurso.
6.
Construir la estructura
Nuestro
discurso debe de tener una estructura
clara y simple. En este sentido, si no queremos ser excesivamente
originales podemos optar por una estructura clásica, como por ejemplo comenzar
nuestra intervención planteando un problema que afecta de forma directa a
nuestro público, explicando precisamente porqué y cómo
les afecta, y ofreciendo finalmente una posible solución.
Como
si fuese una obra teatral, un discurso ha de tener un planteamiento, un nudo y un desenlace, tres breves actos con los
que conseguiremos que nuestro mensaje llegue a la audiencia. Si empleamos en
cambio planteamientos complejos, en los que no se acaba de ver claro qué es lo
que se quiere transmitir, pronto nuestro público se sentirá defraudado.
7.
Luces y sombras
Como
hemos explicado en el punto 5, un discurso es un ente vivo que debe apartarse de la frialdad de un informe o
un libro de texto. Nuestra audiencia no acude a escucharnos esperando
encontrar lo mismo que podría leer en una enciclopedia, sino cierto “contacto
humano” que crea vínculos de unión y comunicación.
Por
supuesto que no se trata de convertir nuestra intervención en un show, pero
tampoco podemos limitarnos a leer un discurso frío, de datos y variables
estadísticas. Como en la vida, el discurso tiene que tener momentos serios, y
otros mucho más relajados.
8.
Practicar, practicar, practicar
Una
vez que hayamos elaborado nuestro discurso llega el momento de ensayar. De ser
posible lo haremos en la sala en la que intervendremos, o en una similar. Lo
haremos en voz alta, moviéndonos,
caminando, ensayando nuestros gestos. La improvisación, sobre todo si no
tenemos años de experiencia en este campo, no suele proporcionar grandes
resultados, más bien todo lo contrario.
9.
No hace falta memorizar
A
menos que no dispongamos de una memoria privilegiada, no podremos memorizar
todo nuestro discurso. Por otro lado, no hay nada peor que aprendernos un texto
de memoria para después “soltarlo” frente a un grupo de persona como si
estuviésemos pasando un examen de oposición. Lo importante es que tengamos
clara la estructura del discurso, que aprendamos a separar la información en
bloques.
Si
es así, podemos apoyarnos sobre algunas notas que nos ayuden a seguir el hilo
argumental de lo que estamos diciendo. Podemos utilizar tarjetas con ciertos
puntos clave, apoyarnos en breves oraciones… el único límite lo ponemos
nosotros.
Información
extraída de la página:
http://www.muypymes.com/2009/10/19/9-consejos-para-preparar-un-gran-discurso/
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